domingo, 5 de agosto de 2007

"furancho"

Ayer me llevaron a visitar un "furancho" o "loureiro" en la zona de O Salnés. Es difícil transmitir de manera condensada lo que representa dicho concepto: quizá un bar-casa familiar, o tal vez una casa familiar-bar-taberna, o antigua bodega particular venida a más con el ingenio. Lo que sí parece cierto es que orignariamente se trataba simplemente de una casa de campo que vendía sus excedentes de vino Albariño, y que ahora, por influjo del mercado y de las exigencias de la demanda, ha ampliado de manera considerable la oferta (de manera, por cierto, desleal con la hostelería). En todo caso, el interés antropológico está fuera de toda duda.

Después de la singular visita mis acompañantes prometieron llevarme a conocer otras zonas de interés turístico-festivo en el municipio de O Grove, pero los efluvios de la noche disiparon sus intenciones.

Mientras, Sanxenxo palpitaba bajo el ritmo de la música.

2 comentarios:

Mimi dijo...

EL CORREO GALLEGO.
SUSO SOUTO• VILAGARCÍA

Una discreta barra y una austera estantería con pocas botellas presiden el ‘furancho’ Novo Loureiro
"Señora, ¿hay algún furancho por aquí?", preguntamos perdidos en una aldea de Dena, en Meaño. "Sí, meu fillo -responde-. Nesa casa das persianas baixadas tes un; alí, outro, que é o mellor. E na estrada, outro".

Las quejas de los autónomos y hosteleros de O Salnés por la competencia desleal de los furanchos (tascas clandestinas camufladas en casas particulares) no carecen de fundamento.

Basta abrir los ojos para descifrar el mensaje y entrar hasta la cocina para degustar los mejores vinos de cosecha casera. A buen precio, como en casa y con deliciosas tapas.

Nada más dejar la vía rápida de O Salnés en Meaño, la PO-303 conduce a la derecha a Dena, según dicen la capital del furanchismo. No hay que circular mucho: pasando la bodega Valdamor, en el kilómetro once, una discreta tablilla pintada a mano informa en un cruce cómo llegar a O novo loureiro.

Sabiendo que el laurel y el farolillo son los emblemas secretos que utilizan quienes explotan este tipo de establecimientos clandestinos, es fácil suponer que se está sobre la pista correcta.

La casa vuelve a estar señalizada con una tablilla que a nadie ni en nada compromete. En la era, un hombre mayor nos recibe con botas y azada en mano mientras manda callar al perro.

Para quien nunca visitó un furancho, resulta ciertamente incómodo preguntar si se puede pasar a tomar un vino. Conviene estar seguro de que la casa es realmente un furancho, por lo que, llegados a este punto, uno se pregunta si algún gracioso habrá puesto allí la tablilla.

Al saludo de "¿Qué hai?", uno pregunta algo que tampoco compromete: "Jefe: ¿onde se pode tomar un bo viño por aquí? Vostede xa me entende..."

"Pase por aquí", responde el hombre abriendo una puerta en un lateral de su vivienda.

La confirmación de que se trata de un furancho se produce cuando el visitante es invitado a sentarse en una de las cuatro mesas con sillas desiguales en un pequeño habitáculo de veinte metros cuadrados, presidido por una discreta barra que bien podría tener cualquiera en su salón. Una tele, una estantería de medio metro con seis botellas y un pequeño aseo. Ni licencias a la vista, ni lista de precios, ni ningún objeto que pueda hacer pensar que aquello es una tasca.

Tras el hombre aparecen un joven (su hijo o su yerno), una mujer y unos niños. Las miradas y las preguntas son casi inquisitoriales, pero pronto dan paso a una conversación vinícola.

El perro ya no nos ladra

La enorme taza de barrantes (exquisito) cuesta un euro. "Aquí cando mellor se está é á noitiña. Poñemos tapas gratis do que haxa na casa e vén moita xente, sobre todo agora que vén o bo tempo", dicen. Preguntados sobre si se puede cenar allí, señalan que "racións do que haxa, sí. E baratas. Home: polbo, churrasco e cousas así, non".

La prudencia reina en la conversación de los tenderos hasta tal punto que, por si acaso, comentan que "este é un furancho, pero legal. Pagamos permisos e todo". La clandestinidad, sin embargo, es evidente.

El cliente (clandestino también, por consiguiente) se marcha sabiendo dónde comprar botellas de barrantes o dónde tapear bebiendo al por menor.

Al salir de la era, una gran mesa de piedra con banco circular invita a volver con la peña. "Poden trae-la comida e merendar aí", dicen los dos hombres, que cierran la puerta y vuelven al establo.

El perro ya no nos ladra.

PRIMERAS MEDIDAS Boicot, cumbre y legalización

Representantes de las asociaciones hosteleras de la provincia de Pontevedra mantuvieron una reunión en Vilagarcía en la que acordaron realizar un boicot a las bodegas que compiten con hoteles y restaurantes en la celebración de bodas.

En cuanto a los furanchos, los hosteleros se comprometieron a detectarlos en sus respectivas zonas para denunciarlos.

Pero los hosteleros apuntan también a los concellos como "responsables", por cuanto tienen competencia directa a la hora de realizar inspecciones.

En este sentido, Jorge Rodríguez, presidente de la Mancomunidade do Salnés y alcalde de Meaño (donde hay 29 furanchos, de los que 10 ya pidieron su legalización como bares), reconoció que los concellos "hicieron la vista gorda" con los furanchos. Ayer convocó una reunión para el jueves entre los alcaldes y los delegados de las consellerías de Traballo, Industria y Sanidade para adoptar medidas tendentes a regularizar los furanchos .

ANA dijo...

Los Furanchos son una institución típica de nuestra tierra y no tienen porqué desaparecer, es más, sería una pérdida cultural-gastronómica-festiva muy importante.

¡Arriba los Furrnchos!

Jojufe, vuelve cuando quieras a visitarnos.